sábado, 22 de agosto de 2009

La vida es un sueño

Me acuesto en la cama y me acomodo para descansar. Mis ojos se cierran transformando las palabras en la pantalla más moderna del mundo onírico. Silenciosamente la porción fantasiosa dentro de mi, llega al Blockbuster de mi cerebro para escoger la programación: largometraje, cortometraje, documental, ficción, romance, drama, suspenso o xxx.


La sesión comienza, en esta ocasión sin palomitas. Muchas de las películas son merecedoras de Oscar y otras entran en la lista de peores producciones del año. Incluso hay algunos Déjà vu... ahh la imaginación. No me gustaría que en esos momentos Freud formara parte del jurado de la Academia..


De pronto tengo que hacer una pausa para ir al baño, pero una vez que regreso la película nunca comienza donde se quedo e invariablemente inicia una nueva sesión con otro repertorio de personajes. En algunas ocasiones hay más de dos películas por noche. Sin embargo, a veces me pasa que no hay ninguna película y me siento un poco confundido. No se bien cual es la explicación, será que se rompió la pantalla o se fundió un fusible... Mmm no lo sé, pero esas noches en blanco generan mañanas de dudas. ¿Qué fue lo que paso? ¿Donde estuve anoche?


Bah!, no importa porque espero ansioso la siguiente sesión. Estas sesiones son solitarias, individuales, personales e intransferibles. No es posible que alguien pueda ver la misma película que yo, inclusive estando a mi lado. Y por más que intente contar la sinopsis después, muchos detalles se me escapan y la experiencia no puede ser relatada de la misma manera. Son películas que no volveré a soñar de nuevo. Presentaciones únicas, sin trailer, replay, pausa, sin los créditos del final y mucho menos agradecimientos!


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